La noche del 16 de agosto fue una noche de horror que privó a Chile de su puerto principal. Este importante centro comercial de la América del Sur, recibió un golpe tan recio, ha quedado en tal forma destruido que le serán
necesarios muchos años e ingentes esfuerzos económicos para poder reconstituirse y recuperar su pasada esplendidez de señora del Pacífico austral.
Iglesias, edificios públicos, palacios, monumentos, todo, todo ha caído al impulso incontenible del terremoto y contemplando la ciudad desde los cerros o desde los buques no se ven en pie más que unos cuantos edificios ruinosos y desplomados y un
montón interminable de escombros desde el Puerto hasta Bellavista y el Barón.
Los vapores que se encontraban próximos al malecón sintieron golpes de abajo hacia arriba. El vapor "Turinguía" sufrió
daños en las planchas de la pasarela de la sala de máquinas, las que fueron violentamente despedidas por los aires, haciendo agua el casco. Otro vapor dañado fue el "Varda" que estuvo a punto de partirse en dos. El vapor inglés "Iron" que
había zarpado 30 minutos antes del terremoto sintió el impacto como si se hubiese estrellado contra una roca.
En el muelle fue volcada una grúa de cincuenta toneladas. Los daños en el Almendral fueron totales. Decenas de incendios se declararon de inmediato, especialmente en los cerros del puerto.
Frente a la catástrofe, el Capitán Luis Gómez Carreño fue el encargado de la noble tarea de salvar a esa población de las consecuencias terribles de la desmoralización. Ninguno mejor que él podía tomar el mando de
las fuerzas encargadas de salvar, al amparo de la ley marcial, del pillaje y de los horrores del saqueo a los habitantes de Valparaíso. Debió sin embargo el Capitán Gómez lamentar la muerte de varios de sus hombres que entregaron esa noche sus vidas en el cumplimiento
del deber los que perecieron al tratar de prestar auxilio a los heridos que se encontraban atrapados bajo los escombros.
(Del diario la Tercera) |