TRADICIONES PATRIAS
Sello nº 2115-2116
EL VOLANTIN
Este es uno de los
juegos más atractivo para los niños y adultos,
la mayoría de nosotros en alguna oportunidad lo hemos
tenido en nuestras manos. A través del tiempo el interés
por los volantines ha disminuido, en relación con los
cientos de cultores que tenia en el pasado. Pero aún
así logra mantener su especial y tradicional encanto.
El volantín es la
versión chilena del cometa y tiene una larga historia.
Según Oreste Plath “en la historia de la civilización
occidental da el nombre de Archytas de Tavento como inventor
del juego del cometa”. Este filósofo y matemático
vició entre los años 460 al 365 antes de Cristo.
Sus primeras apariciones
en Chile fueron a fines del siglo XVII durante la colonia,
cuando jóvenes sacerdotes misioneros, principalmente
monjes benedictinos, competían entre ellos como con
otras congregaciones. Era esa la época en que reinaban
los famosos “pavos”, llamados también “jotes”,
que alcanzaban dimensiones de cuatro a cinco metros por lado
y que necesariamente debían ser sujetados por varios
hombres. Se afirma que don Ambrosio O'Higgins fue un cultor
destacado de este juego, lo que indiscutiblemente ayudó
a ampliar su difusión.
Posteriormente dadas las
reyertas que producían en su ejecución, fueron
dictados bandos que normaron el juego. Tal es el caso del
bando dictado por el gobernador don Luis Muñoz de Guzmán,
en 1796, que ordenaba que no se podían encumbrar volantines
“dentro de la traza general de la ciudad”, pudiendo
hacer, sin embargo, en cañadas y orillas del río
donde la espaciosidad permite el libre uso, sin el menor riesgo
de esta diversión. Se dice que en los predios de la
cañada alta, lo que hoy es provincia, se le veía a menudo encumbrando volantines y los presidentes, desde Manuel
Bulnes a José Manuel Balmaceda participaron inaugurando
los concursos de los volantines.
Existe una gran variedad
de volantines, de todas formas y colores. Los hay en forma
de círculo, como figura humana, estrellas, peras, figuras
de aves o de animales, etc. Todos ellos corresponden a los
llamados volantines algunos de los cuales son pequeñas
obras de arte, llegando incluso sus autores a montar exposiciones
en donde lucen sus creaciones más elaboradas.
Además de estas formas
existen otras más populares, como la ñecla cuyas
dimensiones son muy menores a las del volantín común.
También está la cambucha, que es confeccionada
con cualquier papel, incluso de diario, dándole forma
de cucurucho. Esta no lleva armazón de madera, pero
si los tirantes y una cola.
El volantín se hace
con papel de seda muy delgado, de colores variados y hermosos.
Los volantineros más entendidos señalan que
el papel nacional es un poco más grueso y, por lo tanto,
más resistente, auque el importado, por ser más
delgado, remonta mejor con el viento, por poco que éste
sea.
EL REMOLINO
Cuando la brisa septembrina anuncia la llegada de la primavera y el campo se apresta a
lucir sus colores, se asoma entre nubes juguetonas, el arco
iris. Entonces, ante la visión maravillosa de ese espectáculo
que jamás terminará de asombrar, la imaginación
vuela hacia confines misteriosos llenando los espíritus
con la alegría sana del optimismo.
Es el tiempo en que esos
colores que fugazmente decoraban el azul del cielo, descienden
a las manos de nuestros niños en forma de remolinos,
que enloquecidos y alegres, giran y giran movidos por la fuerza
invisible del viento.
El remolino es una flor multicolor, que como prolongación
del alma infantil, nace de sus manos para llenar los rostros
de admiración y sonrisas.
Para un niño tener
un remolino es un anhelo, un sueño que debe cumplirse.
No tenerlo, más que una frustración, es una
pena.
En este mes en que la Patria
celebra un nuevo aniversario florecen como por arte de magia,
uniéndose a volantines, a pelotitas de aserrín,
a cotorritas que ven la suerte al son del organillo.
Es la alegría misma
que año a año se renueva con la ilusión
y la esperanza de días felices. |