Chile ha sido, desde su nacimiento como nación, un país incorporado a la herencia humanista de la civilización cristiana occidental.
La Constitución Política de 1980 no hace sino recoger tal herencia al normar un sociedad que asegura a todos sus habitantes igualdad de progreso y bienestar, amparados en una ley que es cumplida sin privilegios ni excepciones y cuyo norte es la libertad.
Es por ello que el Gobierno de Chile ha estado abocado durante estos años a la materialización de un plan de modernizaciones en Educación, Trabajo, Justicia, Previsión, Salud, Agricultura y Administración del Estado.
Tareas tan importantes como las enunciadas no tendrían trascendencia sin la colaboración ciudadana. De ahí que se haya trazado un itinerario en la dictación de las Leyes Orgánicas Constitucionales que harán más efectiva aún la participación de la comunidad en el progreso económico, social y cultural de la República.
Al celebrarse el Décimo Aniversario de la Liberación Nacional, Chile se proyecta ante el mundo como una nación cuya democracia es autoritaria, protegida, integradora, participativa, tecnificada. Democracia que le ha permitido cumplir con los más preciados intereses nacionales dentro de una vocación pacifista y de colaboración internacional.