Es difícil trazar una semblanza de la figura
y personalidad de José Moreno Benavente. Quizás valga
para la ocasión un fragmento de las palabras pronunciadas
por D. Rolando Lizana Martínez, de la Casa de Moneda de
Chile, en la despedida de sus restos mortales:
"Don José tenía un exterior
aparentemente hosco y no era fácil de obtener el mérito
de su amistad; pero para quienes tuvimos el honor de compartir
su mesa diariamente por varios años, pudimos comprobar que
en su personalidad emergía la chispa ágil y espontánea
de su hispanidad; en sus charlas tenía a flor de labios
la metáfora irónica y aguda, con un dejo de moraleja,
lo que unido a su gran cultura, le imprimían a su trabajo
la amenidad y le agrado de escucharlo; nos dimos cuenta también
que su soledad habitual era sólo aparente, porque en su
conversación salían los nombres de artista, literatos,
músicos, poetas, escultores, arquitectos, periodista, empresarios,
bancarios, filatelistas, con quienes se reunían, a quienes
visitaba y compartía, manteniendo con ellos vínculos
de una sólida e indestructible amistad. También lo
vimos, cada mes, entregar una generosa donación a las religiosas
Hermanitas de los Pobres, con una sonrisa emocionada al mismo tiempo
que les pedía se acordaran de él y que le prepararan
un rinconcito por si acaso las necesitaba". Magna fue la obra
de este español ilustre que se avecindó en estas
tierras para no alejarse más; pero cuando don José
empezó a percibir el paso de los años en el temblor
de su pulso y en el desprendimiento de sus retinas, anunció su
retiro y prometió, al mismo tiempo, la entrega de las muestras
de algunos de sus trabajos. Hoy en la mañana, he vuelto
a hojear esos dos álbumes que se guardan en nuestro Museo,
confeccionados y encuadernados por sus propias manos, con inscripciones
y fechas escritas con lápiz carbón de su puño
y letra y he podido advertir cuándo le debe Chile a este
grabador insigne.
En un trabajo del gran filatelista chileno - ya
desaparecido - Alvaro Bonilla Lara sobre la obra de José Moreno
Benavente, narra sus dos contactos con José L. Sánchez
Toda, uno epistolar en 1944 y otro personal, en Madrid, con motivo
de ESPAMER 73, donde Sánchez Toda le expresó "que
José Moreno era el discípulo que más le enorgullecía"
que admiraba mucho sus trabajos.
En esos álbumes se concentra la antología
de su obra: el rostro de una mujer de rasgo africanos, probablemente
realizado en España; un grabado masculino fechado en París
en 1929; un soldado romano de su época de Londres en 1930;
y un retrato de Manuel Montt, el que fuera Presidente de Chile
en el período 1851 - 1861, fechado ya en Santiago el 20
de Septiembre de 1931, apenas unos meses después de su arribo
y que podemos considerar como su primera obra chilena.
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