50 AÑOS OTORGAMIENTO
PREMIO NOBEL A
GABRIELA MISTRAL
“1945-1995”
Sello nº1733
Nace en el valle de Elqui, en Montegrande,
un siete de abril de 1889. Vivió su infancia en comunión
con la tierra y aprendió allí verdades primarias
que nunca perdió. En este Valle, que sintió
siempre como su verdadera patria, fue asimilando una especie
de América pequeña en la que mucho de la grande
estaba presente: el trópico, con sus árboles
y pájaros sorprendentes ( recuérdese el poema
”Todas íbamos a ser reinas”) y con la
dulzura casi sin estaciones del año tibio; el clima
suave que hace crecer las viñas que humanizan el
paisaje de Elqui, trepando hasta media falda de las montañas
y, en el fondo, detrás de huertos espesos como selva,
la cordillera próxima, la imagen de nuestra madre
dura, sobre las aldeas pobladas por vieja gente mestiza,
muchas veces miserable, allí vivió su infancia,
allí comenzó también su amargo ejercicio
de soledad y dolor.
“ Chile un territorio tan pequeño, que en el
mapa llega a parecer una playa entre la cordillera y el
mar, un paréntesis de espacio como el juego entre
los dominadores centaurescos. Al sur, el capricho trágico
de los archipiélagos australes, despedazados, haciendo
una inmensa laceradura al terciopelo del mar. Y las zonas
naturales claras, definidas, lo mismo que el carácter
de la raza. Al norte, el desierto, la salitrera requemada
del sol, donde se prueba el hombre en dolor y en esfuerzo.
Enseguida, la zona de transición, minera y agrícola,
la que a dado sus tipos más vigorosos a la raza:
sobriedad austera de paisaje uno como ascetismo ardiente
de la tierra. Después, la zona agrícola, el
paisaje afable; las manchas gozosas de los huertos y las
manchas densas de las regiones fabriles; la sombra plácida
del campesino, pasa quebrándose por los valles y
las masas obreras hormiguean ágiles en las ciudades.
Al extremo sur del tópico frío, la misma selva
exhalante del Brasil, pero negra, desposeída de la
lujuria del color; las islas ricas de pesca, envueltas en
una niebla amoratada. Y por fin la meseta patagónica,
nuestra única tierra de cielo ancho, de horizontalidad
perfecta y desolada, suelo de pastoreo, para los ganados
innumerables, bajo las nievas, pequeño territorio,
no pequeña nación; suelo reducido, inferior
a la índole heroica de sus gentes. No importa: Tenemos
el mar ...el mar ...el mar”.
El grito de América: ¡América; todo
por ella; porque todo nos vendrá de ella desdicha
o bien!
Somos aún México, Venezuela, Chile, el azteca
- español, el araucano-español; pero seremos
mañana, cuando la desgracia nos haga crujir entre
su dura quijada, un solo dolor y no más que un anhelo.
Maestro: enseña en tu clase el sueño de Bolívar,
el evidente primero clávalo en el alma de tus discípulos
con agudo garfio de convencimiento; divulgar la América
su Bello, su Sarmiento, su Lastarria, su Martí, no
seas ebrio de Europa, un embriagado de lo lejano, por lejano
extraño, y además caduco, de hermosa caduquez
fatal.
No era Gabriela criatura para disimular nada, decía
lo que pensaba, no sabía de doblez ni de política,
era ingenua y humilde en la estimación de su propio
valer. Cada vez que se encontró con gente lista tuvo
conflictos, los que afrontó con detrimentró
de su paz interior.
Era artista y maestra, por lo tanto de sensibilidad mayor,
sintió más la obligación de decir la
verdad.
Tenemos que admitir que pocos sufrieron de tanta incomprensión,
tanta ingratitud y falta material de todo orden. Acaso nadie
como ella, de tanta ofensa, desgracias, soledad y frustración.
A los tres años de edad empiezan sus pruebas de fuego.
Su padre de quien era entrañablemente querida, abandona
el hogar para siempre. a los nueve años, habiendo
sido enviada por su hermana desde Montegrande a una escuela
superior, por un tremendo malentendido fue castigada por
los profesores ejemplarizadoramente y vejada por las niñas
en forma ignomiosa y aunque después se aclaro todo
en forma satisfactoria, se dieron las disculpas del caso,
nunca se libró Gabriela de la lesión moral
de tal error e injusticia.
A los doce años, insistiendo en el deseo de educarla,
su madre la llevó a la Serena, empezaban a aplicarse
los “test”, quiso la mala suerte que el suyo
se interpretara como de “incapacidad absoluta para
todo estudio”, con este comprobante la devolvieron
a su desolada madre. Hacia los quince años, otra
vez con renovadas esperanzas, con exhaustivos estudios autodidácticos
revisados por su hermana, con su ajuar listo, se queda sin
admisión en la Escuela Normal de la Serena, sin saber
la verdadera causa del rechazo (no le habían hecho
gracia unos versos suyos aparecidos en el periódico
local). Alguien le consiguió un empleo de escribiente
en el Liceo de la misma ciudad, un día Gabriela inscribe
como alumnas a unas niñas que cumplían todos
los requisitos, pero eran tan pobres como ella ... la jefa
se indignó y como Gabriela se atreviera a defender
su punto de vista, fue despedida por subversiva, entre la
época de este empleo y el de la escuela pública
de la cantera, conoce al que fuera su gran amor: Romelio
Ureta, un empleado de ferrocarriles de 22 años, quien
se suicidó cuatro años después.
Transcurren así sus primeros 20 años. Luego,
en 1914, viene su primer éxito en los juegos florales,
y su viaje a México, país donde participó
activamente en la trascendental Reforma Educacional, cuyo
reconocimiento fue expresado cuando el Ministro de Educación
de México, don José Vasconcelos, decía:
“más que nunca convencido de que lo mejor de
Chile ahora está en México. En México
ninguna mujer es más querida y admirada que usted.
Si yo siguiera diciéndole todo lo que México
siente y todo lo que espera de usted, no terminaría
nunca, usted misma va a mirar muchas cosas que tal vez nosotros
no hemos visto, y usted no se sentirá cohibida para
decirnos su pensamiento, por que por encima de sus sentimientos,
de su cortesía, están sus deberes de maestra
que dice la verdad conforme a su limpio corazón”.
Gabriela Mistral recibió el Premio Novel de Literatura,
correspondiente al año 1945.
Fallece el 10 de enero de 1957. |