La Quinta Conferencia Panamericana (Santiago de Chile, 1923)
Desde
la reunión de Buenos Aires, antes de la guerra, los
representantes de las repúblicas americanas no habían
vuelto a reunirse. La guerra y los proyectos encontrados de
los presidentes Wilson e Yrigoyen habían interrumpido
toda evolución del movimiento panamericano. La posibilidad
de reanudar las reuniones dependía, en parte, del estado
de las relaciones argentino-norteamericanas. En este aspecto,
si bien se habían producido ataques a la política
norteamericana de posguerra en la prensa y entre algunos funcionarios
argentinos, acontecimientos ocurridos hacia finales del gobierno
de Yrigoyen -la posibilidad de un reconocimiento conjunto
del nuevo gobierno boliviano sugerido por el gobierno norteamericano,
la visita oficial del secretario Colby a Buenos Aires, y la
cooperación del gobierno argentino para solucionar
problemas en América Central- permitieron que se volviera a pensar en una reunión hemisférica
(1).
No obstante, los norteamericanos pusieron especial cuidado
en la preparación de la conferencia de Santiago. Ya
cinco meses antes de la celebración de la conferencia
de Santiago, hacia octubre de 1922, la agenda de la conferencia
había sido establecida, y los representantes norteamericanos
concurrieron a la conferencia bajo la condición de
que sólo los dieciocho tópicos aprobados por
adelantado con los estados miembros fueran tratados en la
misma. En Santiago, la delegación norteamericana alcanzó
un nivel de control sin precedentes sobre los temas de la
conferencia. Aun si los delegados argentinos hubiesen querido
introducir alguna digresión en las propuestas presentadas
por Washington en dicho foro, los representantes norteamericanos
no hubiesen tolerado semejante desafío (2).
En los meses anteriores a la Conferencia de Santiago, el gobierno
de Estados Unidos comenzó a ejercer su autoridad diplomática
sobre los países de la región. Así, el
delegado norteamericano Leo S. Rowe obtuvo la seguridad de
parte del embajador argentino en Washignton, Tomás
Le Breton, de que la Argentina se opondría a la propuesta
uruguaya respecto de una Liga de las Naciones de carácter
hemisférico. Los norteamericanos temieron que la propuesta
uruguaya implicase un desafío a su proyecto de una
Unión Panamericana dominada por Estados Unidos. La
refutación argentina protegería los intereses
norteamericanos de las posibles acusaciones por parte de los
países de la región de intervencionismo y "mano
dura" de los norteamericanos al suprimir el proyecto
uruguayo (3).
A su vez, en 1923 la delegación argentina arribaba a la Conferencia de Santiago sumida en un contexto económico
mucho más sombrío que el de 1920. En el momento
en que se celebró la Quinta Conferencia Panamericana,
la economía argentina sufría las consecuencias
de una creciente deuda externa, de la retracción del
mercado europeo como lugar de colocación de las carnes
y de las restricciones de la tarifa Fordney-McCumber, que
restringían las posibilidades exportadoras argentinas
al mercado norteamericano. Dado este crítico contexto
externo, los líderes políticos argentinos definieron
los intereses económicos nacionales en términos
de la normalización comercial, y fueron a Santiago
sin un plan sustantivo e independiente para presentar.
Como ocurriese en la Conferencia de 1920, la de Santiago demostró
tanto el poder alcanzado por las empresas norteamericanas
como la creciente dependencia de los estados hemisféricos
respecto de Washington. Como en 1920, los temas que dominaron
el cónclave de Santiago fueron de carácter general:
patentes comerciales, regulaciones aduaneras y sucursales
de bancos norteamericanos, pero se pasaron por alto las urgentes
necesidades financieras de cada una de las naciones latinoamericanas
(4). El problema de fondo de cómo instrumentar la idea
panamericana siguió sin resolverse, ya que el secretario
de Estado norteamericano, Charles Evans Hughes, instruyó
claramente a la delegación enviada a Santiago que no
sometieran a debate la Doctrina Monroe y su puesta en práctica
por parte del gobierno norteamericano, ya que "la función
de estas conferencias panamericanas (..) consiste en tratar
en lo posible temas de carácter general no sujetos
a controversia". En sus instrucciones a la delegación,
Hughes caracterizó a la Doctrina Monroe como una política
nacional del gobierno norteamericano, negándole el
alcance de acuerdo regional que pretendió otorgarle
el jurista argentino Luis María Drago (5).
Como síntoma inequívoco del cambio en la estrategia
panamericana de la delegación argentina, vale mencionar
que las instrucciones del ministro de relaciones exteriores
argentino a los delegados a la conferencia de Santiago no
contuvieron ningún ítem de oposición
a los objetivos norteamericanos. Los representantes argentinos
respaldaron explícitamente las propuestas de Washington
sobre mejora en las comunicaciones y transporte en la región,
y respecto de la uniformidad de las regulaciones aduaneras,
seguros y nomenclatura de las mercancías.
Como prometiese el embajador Pueyrredón tiempo antes
de la celebración de la conferencia, la delegación
argentina reaccionó, como la norteamericana, de manera
indiferente ante la propuesta uruguaya de una Liga Americana
de Naciones, conforme al patrón elaborado en 1917 por
el presidente oriental Baltasar Brum (6). Este proyecto iba
mucho más allá de los intereses de Buenos Aires
y de Washignton respecto de la región, factor que determinó
su fracaso.
Por su parte, los delegados chilenos presentaron una propuesta
de reducción de armamentos que despertó gran
interés público. Brasil presentó entonces
una moción fijando el límite de tonelaje de
barcos de guerra en 80.000 toneladas, lo cual fue aceptado
por Chile. La Argentina replicó con una contrapropuesta
de 55.000 toneladas, considerando que Chile se estaba colocando
deslealmente del lado de Brasil. Según el ministro
británico en Chile, la proposición argentina
no sólo hacía imposible a Brasil adquirir un
tercer barco, sino que también evitaba que Chile adquiriera
un segundo. El delegado chileno, como secretario de la comisión
abocada al tema propuso aceptar la propuesta brasileña
y someterla a la consideración de otras delegaciones,
pero esta vez Brasil se opuso (7).
Considerando que la iniciativa iba al fracaso, el presidente
chileno Arturo Alessandri reunió a los delegados del
ABC el 29 de abril, y los incitó a llegar a un acuerdo.
Unos días más tarde la delegación chilena
presentó una nueva propuesta, pero ésta fue
nuevamente rechazada por la delegación argentina, lo
cual concluyó con la discusión (8). Por su parte,
Washington tuvo poco interés en la propuesta chilena,
pues su objetivo se limitaba a llegar a un acuerdo regional
sobre limitación de armas entre las naciones sudamericanas,
que consagrara el monopolio norteamericano en la venta de
armamentos en la región y evitara el acceso a competidores
europeos en este rubro. Previendo que de proseguir con el
tema la conferencia alcanzaría un estancamiento, el
presidente de la delegación norteamericana, Henry P.
Fletcher, sondeó a los representantes del ABC sobre
la posibilidad de trasladar el tema a una reunión posterior
en Washington. El representante argentino sostuvo que el problema
debía resolverse en la reunión plenaria. Finalmente,
Fletcher, como presidente de la Comisión de Limitación
de Armas, se las ingenió para presentar respecto de
la propuesta chilena un informe lo suficientemente inocuo
como para postergar un acuerdo sustantivo sobre limitación
de armas entre las naciones del ABC (9).
El logro más importante de la Conferencia fue la firma
del tratado para Evitar o Prevenir Conflictos entre los Estados
Americanos, más conocido como el tratado Gondra (10).
Este proponía un proceso de arbitraje en el caso de
un conflicto entre los estados miembros. A diferencia de los
acuerdos comerciales, este tratado recibió el apoyo
de los delegados norteamericanos sólo en teoría.
Estados Unidos sostenía el arbitraje estructurado para
los conflictos entre los miembros de la Unión Panamericana,
pero no en un acuerdo que pudiera limitar su intervención
militar o política en América latina. El tratado
Gondra no fue llevado a la práctica por Estados Unidos,
y tampoco fue aplicado en los cinco años que corrieron
hasta la siguiente conferencia (11).
No obstante el bajo perfil asumido por la delegación
argentina en la conferencia de Santiago, la diplomacia argentina
no tardó en demostrar su preocupación por la
posibilidad de la cooperación militar entre Río
de Janeiro y Washington. Ante la llegada de una misión
naval norteamericana conducida por el contraalmirante C.T.
Vogelgesang a Brasil, con el objetivo de reorganizar la marina
brasileña al estilo de la norteamericana, propósito
que las autoridades norteamericanas habían anunciado
en la conferencia de Santiago, el ministro de marina argentino
acusó al gobierno de Estados Unidos de tomar una iniciativa
que "si bien no precisamente" hostil, parecía
"una expresión de mala voluntad hacia la Argentina (12)".
En 1924, el embajador argentino en Washington, Honorio Pueyrredón,
señaló al secretario de Estado, Charles Evans
Hughes, que la misión naval norteamericana en Brasil
era "inconsistente con la posición pacifista de
Estados Unidos". Pueyrredón, evidenciando la preocupación
argentina respecto del armamentismo brasileño, solicitó
entonces al gobierno norteamericano que tomase la iniciativa a fin de frenar la carrera armamentista entre la Argentina,
Brasil y Chile (13). Pero las autoridades norteamericanas
rechazaron el intento de Pueyrredón de obtener un acuerdo
de limitación de armas entre la Argentina, Brasil y
Chile, así como habían desactivado en la Conferencia
de Santiago la propuesta chilena sobre reducción de
armamentos en la región. Meses después de dicha
conferencia, Francis White, el jefe de la División
de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado, argüía
que la importancia otorgada a la limitación de armas
en América latina era "exagerada". White
coincidía con la percepción del Departamento
de Marina Norteamericano respecto de que los problemas financieros
existentes en las naciones latinoamericanas actuarían
como un poderoso freno a la carrera armamentista que se trataba
de limitar (14).
NOTAS
1.- H.F. Peterson, op. cit., vol. II, pp. 88-90.
2.- Edwin C. Wilson, Division
of Latin American Affairs, to Francis White, Acting Chief,
Division of Latin American Affairs, 10 October 1922, 710.E1a/15,
RG 59, NA, fuente citada en D. Sheinin, op. cit., p. 249.
3.- "El programa de la
conferencia de Santiago", La Prensa, 8 de noviembre de
1922, cit. en ibid., p. 249.
4.- Ibid., p. 244.
5.- Hughes a la embajada, 30
de enero de 1923, NA, DS, 710.E002/68a, fuente citada en H.F.
Peterson, op. cit., vol. II, p. 91.
6.- La propuesta
uruguaya de una Asociación Americana de Naciones figura en Juan
Carlos Welker, Baltasar Brum: verbo y acción, Montevideo,
1945, pp. 204-217, cit. en ibid., p. 92.
7.- Emilio Meneses C., Coping
with Decline: Chilean Foreign Policy during the Twentieth
Century, 1902-1972, Ph. D. dissertation, University of Oxford,
1988, pp. 140-141; FO 420.265/Box, Duff to Curzon, Santiago,
17 May 1923, cit. en ibid., p. 141.
8.- Ibid., p. 141.
9.- Actas de las sesiones plenarias
de la Quinta Conferencia Internacional Americana, I, 661-685,
cit. en H.F. Peterson, op. cit., vol. II, p. 92.
10.- Llamado
así por
el doctor Manuel Gondra, jefe de la delegación paraguaya,
quien lo propuso.
11.- D. Sheinin, op. cit., pp.
256-257.
12.- (A-1)-87,
Vogelgesang to Chief of Naval Operations, 1 July 1923; B-200,
Vogelgesang to Chief of Naval Operations, 1 July 1924; A -362,
Vogelgesang to Minister of Marine, Argentina, 23 April 1924;
A-391, Vogelgesang to Minister of Marine, Argentina, 30 May 1924,
General Records of the Department of the Navy, Record Group 80,
NA; Nº
843m J.C. White to Secretary of State, 29 April 1930, 711.35/86,
RG 59, NA; "U.S. Naval Mission to Brazil", Buenos
Aires Herald, 31 December 1922, "Los Estados Unidos en
Sud América", La Prensa, 15 de diciembre de 1922,
fuentes citadas en ibid., pp. 257-258.
13.- "Memorandum of Interview
with the Argentine Ambassador (Mr Honorio Pueyrredón),
Monday, June 9, 1924, at 11 A.M.", Reel 121, Hughes Papers,
Library of Congress, cit. en ibid., p. 259.
14.- White to the Secretary
of State, 15 November 1923, 710.L62/29, RG 59, NA, cit. en
ibid., p. 260. |